Lo mejor que hizo Freud fue la historia del Presidente Schreber. Se mueve ahí como pez en el agua. [...] No fue a hacerlo charlar al Presidente Schreber. De todos modos, nunca es más feliz que con un texto. Jacques LACAN

miércoles, 27 de abril de 2016

DETERMINANTES SUBJETIVOS EN LA CREACIÓN LITERARIA. Introducción.

El Lector, de Ferdinand Hodler, de 1885
Cierta concepción tradicional en nuestra cultura quería que el autor se presentara definido y legitimado por su capacidad para producir una obra con significación transcendental. El autor, dueño y señor de su texto, y de todo el proceso de creación, no reconocía deudas ni paternidades: creaba ex nihilo su obra, la cual poseía en sí misma la significación pretendida por su voluntad, y lograda por su saber hacer. Nada exterior a él podía estar presente en su obra que fuera reconocido como algo más allá de lo anecdótico, de lo contingente.
Sin embargo nada más tradicional en nuestra cultura que la referencia a las «musas» para dar cuenta de esa otra presencia tan real como inefable, y que siempre acompañó al autor en el reconocimiento de su posibilidad de producción. La presencia de la inspiratio determinaba la cualidad de «obra» literaria de cualquier texto que lo pretendiese. Se encontraba así el autor desposeído de lo más valioso de su legitimación. Como mucho, quedaba limitado en su función creadora a la del hagiógrafo de la biblia hebrea que presta su mano al dictado de Yavé. Instrumento, entonces, de una «Voluntad Otra», el autor queda reducido al enigma de su elección para transmitir una verdad sobre la condición humana y su mundo, a través de un saber depositado en el texto por su mano obediente.
Las nominaciones de «autor creador» y «autor artesano» se reparten y polemizan en el campo de la producción literaria, no sólo en el ávido imaginario de las taxonomías de los críticos, sino incluso en el interior de la reflexión de los propios autores cuando se enfrentan a la conciencia de su propio hecho creador. «Un 10% de inspiración y un 90% de profesión» leemos en los mensajes publicitarios con los que se anuncian los diversos «talleres de escritura» que han surgido en España en la década de los años noventa al calor de los centenares de premios y certámenes literarios existentes en la actualidad1 *.
Es la solución sintomática. El Yo creador transige en una parte de su identidad para reconocer el desgarrón de lo Otro que no puede ser negado, y que parece convocado, muy a su pesar, siempre que toma la palabra. Ese mordisco que le descompleta en su integridad atenta a sus derechos de «propiedad intelectual». Además, la indemnización que recibe por esta expropiación, con ser de la mayor generosidad posible -pues le eleva sobre la muerte a cambio, simplemente, de dejarse habitar por «aquello»- deja a nuestro autor con un sabor agridulce. El reconocimiento de su arte incluye aquella parte de su obra que el Yo no puede reconocer como de libre disposición. 
Así pues, dividido en la fuente de su acto creador, el autor no puede dejar de reconocer su obra como suya, y solamente suya, al tiempo que no puede negar la presencia de la duda en un reflejo de extrañeza, en un eco plagiario entre la culpa y la deuda. Es esta presencia de lo Otro lo que no deja de asombrar al autor frente al producto de su propio acto. De entre los muchos de ellos que no han podido evitar afrontar este sentimiento y han abordado la naturaleza de esta presencia, sus fuentes, incluso su lógica -tal vez todos en algún momento de su obra, y en la intimidad de sus pensamientos-, algunos han dejado escrito el producto de su reflexión, convirtiéndose ellos mismos en críticos de su condición de autor2
Tomaremos tres ejemplos de nuestra literatura más reciente, para después, en un movimiento de après-cup cronológico, abordar las reflexiones de Gabriel Miró sobre los mismos temas. Este planteamiento, lejos de ser caprichoso, pretende situar la actualidad de Miró mostrando su alineamiento avant garde con los colegas de la segunda mitad del siglo, y con las ideas sobre narrativa con las que se llega a su final. No se trata de aportar elementos a favor de Miró contra las críticas de Ortega y otros respecto a su filiación o no como autor de novelas3. Mi interés reside en colocar a Miró en un contexto de argumentación suficiente como para que, en este asunto del reconocimiento de los determinantes subjetivos en la creación literaria, su particularidad como autor quede inscrita en la corriente de un discurso crítico, preciso y actual, sobre las fuentes y las fuerzas actuantes en el acto creador, realizado por sus mismos protagonistas. No es mi intención, sin embargo, plantear aquí el enorme problema de la creatividad, aunque fuese tan sólo en el aspecto parcial de la literatura. Más bien se trataría justo de su reverso, es decir, abordar un aspecto del límite interno a la posibilidad creadora de un autor, a priori ilimitada, y que puede rastrearse en su creación a través del análisis de su obra. Por más extensa que se presente la producción de un autor, si éste lo es, terminará por firmar sus textos con un estilo y una temática propios y diferenciados de los otros. Avanzar en el sentido inverso a la cronología nos permite visualizar rápida y panorámicamente un“estado de opinión” de los colegas de creación de Miró al final del siglo, y apoyarnos en ello como «criterio de verificación» acerca de la teoría de la novela que defendió. Tiene que entenderse que la idea que trato de desarrollar en las líneas que seguirán pretende encontrar en los propios autores sus primeros valedores. Se puede corregir así en buena medida el efecto de forzamiento que la interpretación desde un referente. teórico único -el psicoanálisis, en mi caso-, pudiera operar sobre el tema que se trata. 
Efectivamente, será el psicoanálisis nuestro «mirador azul» desde el que abordar el hecho literario, y desvelar aquello de nuevo que cada lector debe saber encontrar en él. El psicoanálisis stricto sensu no puede dar cuenta más que de la subjetividad de sus pacientes. La aplicación de sus construcciones teóricas sobre los autores literarios cuenta, sin embargo, con el hecho nada despreciable de haber dejado éstos su palabra: si no su voz, sí su texto. Evidentemente, perdemos toda la dinámica de lo pulsional “en vivo”, sustituido por su presencia cifrada en un discurso ya fijado en lo inerte de la literalidad4; además, el juego de la transferencia en la relación del crítico con su autor opera en el sentido inverso de la situación analítica, pues es aquél quien se interesa por éste, y no a la inversa, como sucede en la relación entre el psicoanalista y su paciente5
¿Qué es lo que queda, pues, de la autorización que hace de sí el psicoanálisis respecto a su intrusión interpretativa en la literatura? Rápidamente diré: el determinismo psíquico. En psicoanálisis esto quiere decir dos cosas: determinismo simbólico y determinismo fantasmático. Dicho de otra forma: lógica del significante y lógica del fantasma. Ese será el «color» de los cristales que filtrará nuestra mirada de los reflejos y deslumbres de lo aparente, lo inmediato, lo obvio, pero también de lo inefable, lo intuitivo, lo pático. 
Si articular la obra con el fantasma de su autores hacer psicobiografía -de antigua tradición en la literatura psicoanalítica-, mi orientación va a situarme más próximo a la metodología psicocrítica que hacia aquélla. Es decir, me situaré en los textos para recoger cierta recurrencia textual que permita reconocer en su reiteración la presencia de un determinismo que, en una “ciencia” del sujeto como es el psicoanálisis, recibe el nombre de «fantasma». Sin embargo, no apuntaremos con ello hacia el personajeescritor, su drama subjetivo o su peripecia vital, sino que aquellos elementos significantes inconscientes del sujeto-autor que puedan contribuir al conocimiento de su obra revertirán sobre el texto para su elucidación. 
La orientación lacaniana del psicoanálisis funda en su lógica al inconsciente freudiano. Solamente un inconsciente estructurado como un lenguaje puede legitimar una racionalidad interpretativa sobre la literatura. Un paso más allá en la aportación lacaniana está el “objeto a”, segundo término en la fundamentación de la dialéctica de un sujeto del deseo como lo es el sujeto del inconsciente freudiano. Sujeto del significante, y objeto causa del deseo forman el parque en su articulación de inclusión/exclusión escriben el algoritmo del «fantasma» en el álgebra lacaniana7. Si la obra en tanto producto culturales el «síntoma» puesto en la vía de la sublimación, el fantasma es la escena del deseo en tanto que inconsciente. «Escena» en lo imaginario de todas sus formas posibles, y «frase» en su reducción simbólica a un texto que las hace gravitar hacia su centro y girar a su alrededor.
En el recorrido por las reflexiones de los cuatro autores convocados, evidenciaremos una convergencia en puntos del mayor interés para el progreso en la pregunta que nos guía acerca de los elementos implicados en el montaje de ese crisol de determinantes subjetivos operantes en la creación literaria. Podríamos intentar compendiarlos en los siguientes puntos: 
1. La infancia del autor se reconoce como el «núcleo ficcional» por excelencia. Temas y personajes encuentran allí su genealogía, así como el deseo que les empuja a cobrar existencia literaria. 
2. La particularidad de esta época de la vida es la insuficiencia de recursos con la que el niño se enfrenta, en el mundo de los adultos, a un complejo de comportamientos y actitudes de las personas significativas de su entorno más próximo, que el psicoanálisis nombra como «deseo del Otro». En su forma más elaborada y racional aparecerá como “el enigma de la existencia humana”. 
3. Esta insuficiencia se traduce simbólicamente como indeterminación e inconsistencia del significado que pudiera tener este “complejo motivacional” del Otro, significado en el que el niño se encuentra estructuralmente implicado, tanto en lo real del sostenimiento de su vida y su satisfacción pulsional, como en lo imaginario de la construcción de su identidad (yo), y en lo simbólico, por la necesidad de una mediación que lo libere de la confusión con el otro (materno) del que depende. 
4. Esta insuficiencia de significación se traduce subjetivamente como «enigma» respecto al campo del «deseo del Otro», en el cual el niño se posiciona inicialmente y de una forma imaginaria en el lugar fálico de objeto de aquel deseo. 
5. Esta insuficiencia planteada, pues, sobre los tres registros -real, imaginario y simbólico-cobra el valor psíquico de “insatisfacción” respecto de la realidad en la que vive, y mueve al niño a producir un saber propio, que “responda” al enigma del deseo del Otro, completando los elementos significantes aportados por aquél con el desarrollo de una fabulación que organice en un significado estable aquello que se configuró como enigma en su subjetividad. Los autores sitúan en esta “necesidad” simbólica la dinamo de la capacidad ficcional del escritor. 
6. En la conciencia de los autores este trabajo ficcional sobre los enigmas forjados en la infancia queda suficientemente trabado con los recuerdos de la memoria como para que se reconozca la realidad particular que constituyen. Esta nueva realidad resultante encuentra su lugar en un “más acá” de la conciencia, por lo que la memoria nunca se tiene por “fidedigna”. 
7. La producción ficcional, que tiene su fuente en esos momentos primordiales de apertura a la vida por parte del Sujeto, encuentra su última justificación en que transmite algo acerca de «la verdad» de la condición humana. 
8. La verdad a la que se atiene la ficción no es una verdad ingenua que se asimile a una pretendida realidad objetiva de los hechos narrados, sino que es la “verdad estética”. Es decir, lo que se postula es el logro estético en la narración, lo cual promoverá en el lector el reconocimiento de una verdad “desvelada” y transmitida por el autor, y que les concierne a ambos. 
9. El autor reconoce la pérdida parcial, pero sustantiva, de su intencionalidad creadora, otorgando al propio texto el reconocimiento de una lógica discursiva propia y autónoma en el fieri de su propia construcción. Esto supone de hecho, aunque también es explicitado así, el reconocimiento de un saber-no-sabido que, en términos generales, corresponde a lo que toma comúnmente el nombre de «inspiración». 
10. El lector forma parte activa y ejecutiva en la significación final del texto -que será una entre las posibles-. Queda elevado así a la condición de “co-autor” al inscribirse en una complicidad intertextual en la que la enunciación que transmite el autor en lo enunciado de su texto encuentra su par dialéctico en la resonancia dialogal con la que el lector resignifica fantasmáticamente lo leído. 
Llegaremos así al encuentro con la obra literaria de Miró, a la que está dedicada la segunda parte del libro. Será un recorrido transtextual, en el que localizaremos ese anclaje fantasmático de la deriva significante en la repetición de lo diferente de la psicología amorosa de los personajes masculinos de sus novelas. Como acabo de decir, no se trata de esbozar un psicoanálisis de Miró, aunque estoy de acuerdo en que, como dice E.L. King, si interesa la obra, confesemos que interesa la vida en la cual acontece8. Por ello, haré las incursiones biográficas pertinentes en los momentos en los que crea que el diálogo entre la vida del autor y su obra es necesario para el enriquecimiento de la comprensión de ésta, único objetivo de mi esfuerzo en la redacción de estas páginas.



1 Escuchando a los autores cuando son preguntados por ello, parece evidente que la palabra «inspiración» no tiene hoy buena crítica. Sin embargo, en todo este asunto parece ocurrir algo similar a lo de la existencia de las meigas: “Creer no creo, pero haberlas haylas”. Podría ser paradigmática de esta actitud la opinión que se atribuye a Picasso: “No creo en ello, pero si viene me encuentra trabajando”.

2 El interés por la reflexión de los propios autores de la literatura acerca de la producción de su acto creador encuentra sus testimonios ya en el Siglo de las Luces, en un intento ilustrado de hacer hablar a las musas para que entreguen las razones de los poderes que desde Homero les atribuyeron los poetas. A partir de entonces son múltiples los investigadores y editores que han recogido las reflexiones escritas o los testimonios orales de los escritores sobre el tema. Un recorrido comentado por la bibliografía resultante de todo ello se encuentra en la introducción de Anthony Percival a su edición de Escritores ante el espejo, que da paso a los escritos de treinta y tres autores en lengua castellana acerca de su labor como creadores de literatura.

3 Aunque será inevitable que la misma argumentación ponga en evidencia que la novelística de nuestro final de siglo se construye sobre las ideas centrales que Miró sostuvo en su tiempo.

4 A pesar de ello, no se rompe del todo la dialéctica entre la interpretación y surespuesta como efecto Subjetivo si consideramos que el texto, máxime cuando analizamos una serie de ellos, tiene cierta capacidad de respuesta en sí mismo; es decir, tanto por la adición significante en la prosecución de su lectura y su operatividad retroactiva, como por Su propia lógica interna. Como en un psicoanálisis, no vale cualquier interpretación.
5 Evidentemente dejamos de lado cualquier intención clientelista de los autores en vida, sometidos a las presiones y las seducciones del mercado editorial, etc.
6 Su abuso aportó un buen grado de desconfianza y descrédito a una crítica psicoanalítica que se quiso omnímoda en cierto momento de euforia epistemológica -toda ciencia nueva tiene su tiempo de “enfermedad infantil”-. 
7 Cfr, por ejemplo, Escritos, p.535n.
8 Sigüenza y el mirador azul, y Prosas de “El Íbero”, Ediciones de la Torre, Madrid,1982, p.13.













MIRÓ Y EL PSICOANÁLISIS: POSIBILIDAD DE UN ENCUENTRO. La «vía poética»: el psicoanálisis como modelo de la literatura

La lectura, Georges La Tour
Aquella «vía cronológica», con tener todo su valor y su pertinencia, sin embargo no es el modo de acercamiento a la literatura que más pueda interesar al psicoanálisis. La idea originaria de Freud no fue «influir», y aún menos «determinar», no digamos ya sólo el estilo, sino ni tan siquiera los contenidos o los temas de las obras literarias. Muy al contrario, Freud siempre cede gustoso la prioridad al poeta sobre el científico, a la literatura sobre el psicoanálisis. La conexión entre ambos se establece a niveles más radicales, más «profundos» que los ideológicos o intelectuales.
La fuente común que Freud atribuye al campo de la experiencia creadora y de la experiencia clínica, es aquel real indecible que permanece como resto tras la respuesta que lo biológicamente humano da a lo simbólico en la construcción del sujeto. Se crea así un espacio inicial de lo psíquico: lo inconsciente, y su trabajo específico, según nos muestra Freud, podrá tomar la «vía falsa» de la creación sintomal, o la vía sublimada de la producción cultural y artística. Forma clínica y forma poética, ambos tratan de «decir» sobre aquella cesión de goce, aquella pérdida de un objeto primordial que satisfizo, y que dejará su huella en la causación del deseo, haciendo del ser humano un «sujeto deseante», que es tanto como decir un «sujeto dicente».jj
Desde muy pronto Freud renunció a considerar los trastornos psíquicos como correlatos de sucesos objetivos de la biografía de sus pacientes y colocó en su centro la teoría del «fantasma». La sorprendente y paradójica conducta de los neuróticos, su resistencia a renunciar a determinados espacios y cantidades de satisfacción le hizo replantearse el concepto de realidad con el que había de tratar en el terreno de lo mental:
«(...) lo que en esta situación nos desorienta es el desprecio de la realidad y el hecho de no tener para nada en cuenta la diferencia que existe entre realidad e imaginación. (...) Siempre quedará, en efecto, el hecho real de que el enfermedad ha creado dichos sucesos imaginarios, y desde el punto de vista de la neurosis posee este hecho la misma importancia que si el contenido de tales fantasías fuera totalmente real. Estas fantasías poseen, pues, una realidad psíquica en contraste con la realidad material, y poco a poco vamos llegando a comprender que en el mundo de las neurosis la realidad que desempeña el papel predominante es la realidad psíquica»(p.2352).
Esto supuso el reconocimiento del estatuto objetivo de la realidad psíquica; es decir, de su capacidad dinámica, de su potencia conformadora de comportamientos. Realidad y objetividad dejaban de ser homónimos, proponiendo la partición entre realidad psíquica y realidad exterior.

Por otra parte, al tiempo que colocaba al «sujeto» como «objeto» de conocimiento, supuso que la biografía de los individuos, su historia, habría de ser considerada desde ese momento como una «novela», en la medida en que lo que el sujeto va a poder decir de sí va a ser la narración, no de los «hechos», sino de las «construcciones» imaginarias, fantasmáticas, con las que su «deseo inconsciente» ha ido entretejiendo su «realidad». De ahí llegamos al aforismo: la realidad es la realidad del deseo.
No es la vocación del psicoanálisis constituirse en una corriente más de la crítica literaria. Tampoco pretende sumarse como enésimo participante en el conflicto de las interpretaciones. Lejos de promoverse como una hermenéutica que soporte un trabajo de crítica que se oriente a «encontrar», a través de la «buena interpretación», el significado «oculto» en la obra literaria, la interpretación psicoanalítica tiene su límite y su alcance preciso en su aplicación al trabajo que el inconsciente realiza sobre el deseo del autor.
No se trata, sin embargo, de dar cuenta psicobiográfica de este. Tampoco de psicoanalizar la obra, atribuyéndole la presencia de un inconsciente propio. La dimensión «sintomática» que tiene la obra literaria radica, más que en su capacidad, en su forzamiento a dar cuenta del «síntoma» del sujeto que escribe y que se desconoce en su determinación. Lo escrito, entonces, se hace escritura de lo inconsciente, al tiempo que cobra su propia autonomía. El relato, si bien implica algún punto esencial del deseo de su autor, sin embargo se desprende de este en tanto trabajo concreto de fantasmatización que se «realiza» en la forma literaria. La obra constituye así su propia identidad, y su independencia como enunciado. El autor y su obra pueden «desconocerse» entre sí a partir de este punto.
La literatura tiene función de «modelo» para el psicoanálisis. En su acepción más general, modelo es aquello que se imita. En términos lógico-matemáticos, modelo es «toda estructura que se utiliza en la ciencia para dar razón de un conjunto de fenómenos que guardan entre sí ciertas relaciones.» Aún nos interesa otra acepción del término; en cibernética se refiere a «la reproducción a escala reducida de un mecanismo, estructura etc., al objeto de someterlo a una serie de ensayos, cuyos resultados, después de interpretarlos, pueden ser generalizados al original»6.
Así pues, no sería exacta la aplicación del término de «crítica» para el acercamiento que hace Lacan a la literatura. J-A Miller propone otro significante de interés: «emular» -«ante ella, de lo que se trata para el analista es de emulación y no de crítica»7-. Esto no quiere decir que el estudioso de la literatura no pueda encontrar en el psicoanálisis los elementos que le puedan servir en su trabajo con los textos. Al contrario, en palabras del propio Lacan: «Si la crítica literaria pudiera renovarse efectivamente, sería porque ahí está el psicoanálisis para que los textos se midan según él, estando el enigma de su lado». Y aquí tenemos la primera paradoja: la literatura es digna de imitación para un saber que pretende constituirse como ciencia. ¿Cómo entender esto? Una primera aproximación podría ser en la dirección de la particularidad del abordaje sobre el campo de lo humano que inaugura el psicoanálisis. La hipótesis de lo inconsciente, de la presencia de un pensamiento inconsciente y, sobre todo, la diferenciación entre un «proceso primario» y un «proceso secundario» como niveles en los que se constituye y funciona el psiquismo, implica la consideración Como objeto científico de aquello excluido por la ciencia de todos los tiempos: el sujeto del deseo. El psicoanálisis se propone Como un saber que se esfuerza en cernir aquello que, por su propio carácter, hace problema a la ciencia. Tal vez por ello la literatura, que aporta la mayor flexibilidad en la amplitud epistémica junto a la más Orientada dirección ontológica, aparezca para el psicoanálisis como un buen compañero de viaje.
Sin embargo, parece ser numerosa la opinión de que la producción freudiana se puede enmarcar en la tradición literaria del romanticismo tardío alemán. Las razones vienen del lado del referente que supone para Freud los textos y la figura de Goethe, así como el conjunto de tópicos que encontramos en las obras del psicoanalista: la locura, el delirio, el sufrimiento del amor imposible, los sueños y las fantasías, la enfermedad, etc.

Si bien todo esto es cierto, creo que, a pesar de todo, Freud es esencialmente un racionalista que quiere arrojar luz positivista en aquellas fuentes de las que el poeta romántico sólo extría y rete. nía el goce de la expresión y la complacencia. A mi entender, si podemos señalar la presencia de esos tópicos en la obra freudiana, tal vez sea por tres razones. Primero, porque, innegablemente Freud compartía el espíritu de su tiempo en un sentido amplio, no Solamente en cuanto al ambiente literario, el cual también formaba parte de ello. En segundo lugar, Freud no sólo era un aficionado desde muy joven a la literatura, sino que también era un literato, un maestro del estilo, un escritor en el sentido fuerte del término, alguien cuyos textos producen un cambio, un efecto de simbolización en lo real. En lo tocante a su estilo, así fue reconocido con la concesión del premio Goethe de las letras alemanas (1930). Y en lo tocante a la temática, la extensión actual de su pensamiento da cuenta de ello.
Por último, existe un acercamiento indudable en el relieve y la atención que tanto el romanticismo como el psicoanálisis prestan al drama individual del hombre, a la tragedia de su destino de soledad radical, soledad determinada por ser un destino escrito, literalmente escrito, pues el ser del hombre está, «mortificado» por los significantes de la lengua; es decir, que el sentido de la vida está abierto a cualquier configuración -aunque no a todas-, y la razón que la mueve parece ser deudora de un acerbo de potencias y experiencias alojadas por «fuera» de la conciencia.
Por su parte, el hombre y el problema en que se constituye el vivir para el hombre, el abanico de sus relaciones con sus objetos libidinales y consigo mismo, podemos decir que constituye el tema eterno de la literatura. La literatura, por su libertad respecto a la necesidad de justificar su discurso, puede acceder a un saber sobre lo humano que transmite trazos de la verdad que apuntan a lo real del vivir.
El poeta, el literato, es el medium que detenta el don de hacer llegar al resto de los mortales los ecos de esa verdad que tratamos de cegar en nuestra vida diaria. El poeta siempre ha participado de esa posición paradójica que le hace ser admirado al tiempo que le enemista con sus semejantes. Por un lado se le reconoce estar en contacto con la fuente originaria de la vida psíquica, y sabe dar forma a ese material informe que solo atisbamos en nuestros sueños o en la locura del otro; pero a la vez, irrita su persistencia en hacernos ver, en hacernos escuchar la voz del deseo que nos constituye como individualidades. Ser «normal» es el esfuerzo contrario, un esfuerzo continuo por acallar esa voz y conformarnos al deal, colectivizarnos bajo los significantes del discurso del Amo -política, producción, universidad, consumo, religión,etc-. Acercarse a la literatura, acercarse al psicoanálisis, no es sin consecuencias, consecuencias Subjetivas sobre todo, pero también consecuencias sociales.
En Freud encontramos que los dos ejes que constituyen la experiencia del sufrimiento psíquico, síntoma y fantasma, marcan los términos de su proximidad con la literatura. Freud descubre que el síntoma y, en general, todos los fenómenos inconscientes, tienen la estructura simbólica que define el lenguaje. No podía ser menos si con la palabra se disuelve el síntoma, se entienden los sueños o se resuelven los enigmas de los actos fallidos.
El psicoanálisis se constituye así en el S2 que hace cadena con el S1 de la literatura. Ambos comparten el campo del lenguaje, uno como experiencia privilegiada de la palabra, el otro como experiencia privilegiada de la letra. Ambas tratan de ubicar la presencia del sujeto ($), y ambas dejan siempre un resto (objeto «a») de innombrable. Esta necesaria remisión significante es la que hace a Freud acudir a la literatura en busca de la confirmación, la verificación de sus descubrimientos analíticos.
Ya señalé que Freud siempre reconoció a los poetas la prioridad en el re-conocimiento de la vida inconsciente. Ellos dicen en términos retóricos un saber que el psicoanálisis trata de fundar en discurso científico. Esta homogeneidad hace a Freud abordar el discurso de sus pacientes como textos cifrados, y la historia de su vida como «novela familiar». El descubrimiento de lo inconsciente se basa, pues, en la propuesta freudiana de una particular atención al empleo de las palabras, a la consideración de un problema textual a resolver, restituyendole un sentido que permanece encriptado. Freud descubre que los mismos mecanismos retóricos que utiliza el poeta para desvelar lo oculto, los utiliza el paciente para dar satisfacción a lo que reprime. Y descubre que esto puede ser aplicado a todos, pues siempre es lo no satisfecho lo que empuja a hablar.
La otra variable, esta más explícita para Freud y la que siempre le motivó para acercar el psicoanálisis a la literatura, es la consideración de lo pulsional en la vida psíquica. Si el sueño era un texto jeroglífico, también era una cantidad de energía psíquica que buscaba descarga -es decir, satisfacción-. Es por aquí que volvemos a encontrarnos la vía fantasmática de la literatura como «modelo» del psicoanálisis: Freud cree que puede re-conocer en la literatura lo que investiga Con el psicoanálisis, porque la misma «energética» que mueve al poeta a escribir sus escritos, es la que mueve al neurótico a, digamos, escribir sus síntomas.
Esta posición freudiana tiene dos vertientes de consecuencias en la crítica cultural psicoanalítica. Por una parte, se aborda el reconocimiento en el texto de la presencia de los fenómenos psíquicos de la psicopatología, y se indaga en la coincidencia etiopatogénica de los mecanismos descritos por el poeta y aquelos encontrados por el psicoanálisis. El paradigma de esta vertiente es el análisis hecho por Freud de la actividad delirante y onírica en la novela Gradiva, del literato W.Jensen.
Otras veces se trata de confrontar las estructuras y los mecanismos universales de lo psíquico, Como en «Lo siniestro», en el que utiliza el modelo de la novela de Hoffman, El arenero; o bien la presencia de los fantasmas más primarios del ser humano, como en «El tema de la elección del cofrecillo», a través de la obra de Sakespeare El mercader de Venecia.
La segunda vertiente, que ha atraído el interés de un numeroso grupo de psicoanalistas y profanos, es aquella que trata de Construir o aportar datos esenciales en la construcción de la psicobiografía del autor literario; es decir, desvelar su fantasma, entendiendo sus textos como el discurso de él como analizante. Freud mantuvo siempre una posición un tanto ambigua respecto al interés, el valor y la fiabilidad de los resultados de este acercamiento a la literatura, acercamiento que, por otra parte, rápidamente produjo abusos que el mismo Freud no dudó en desautorizar. Sea Como fuere, Freud mismo marcó esta orientación con textos como su escrito sobre Leonardo da Vinci, auténtico escrito de psicobiografía en el que Freud arriesga la tesis de la comprensión de los enigmas de la vida fantasmática del creador, a través de los enigmas de la obra creada (sonrisa de las figuras leonardescas). Algo similar, de alcance más parcial, hace Freud con la figura de Goethe en su escrito «Poesía y verdad». No podemos dejar de observar que es en estos textos precisamente, en los que Freud comete sus lapsus más significativos. Es una muestra más de lo acertado de sus mismas indicaciones acerca de que el deseo de hallar lo que uno busca es la mejor manera de extraviarse9.
Para Jacques Lacan, y en la lógica de su tesis de «el inconsciente está estructurado como un lenguaje», va a ser el texto mismo el que cobre el protagonismo. Su pretensión no fue nunca la de hacer crítica textual. Su acercamiento a la literatura estuvo también regido por la única prioridad que conoció su larga vida profesional: la formalización y transmisión de la clínica psicoanálítica. Así, el «retorno a Freud» propuesto por Lacan Como lema de su posición como analista, se cumple también en este campo, pues Lacan recupera la idea de la literatura como modelo del campo de lo inconsciente. Sin embargo, Lacan fue más estricto que Freud en la legitimidad otorgada a la extensión posible del psicoanálisis fuera de la clínica. Para Lacan no existe más psicoanálisis aplicado que en su aplicación a la situación transferencial entre un analista y su analizante.
¿Cual es el recorrido epistemológico, entonces? El poeta no aporta al conocimiento psicoanalítico ni el problema, ni el camino de su resolución, ni las pruebas. Eso lo ha hallado el psicoanálisis en la clínica. Ha sido el goce inscrito en el sufrimiento humano el que ha puesto al trabajo al psicoanálisis, no el goce contenido en la estética. Sin embargo, cuando el psicoanalista llega a ello, el poeta ya estaba allí hace mucho.
Esto abre algunas preguntas en nuestro abordaje desde el lado del conocimiento. Indudablemente el poeta «conoce» los mismos registros que el psicoanalista, pero no los desvela. La literatura sostiene, por medio de las formas que crea en su estética, la permanencia de un saber sobre el goce que la labor científica del psicoanálisis elucida en sus fuentes y en sus mecanismos de producción"10. 
Más allá, pues, de la posibilidad cronológica de un encuentro posible Miró/Freud, situamos la operatividad de una lógica narrativa que, subyacente a la construcción de la novela mironiana, es homóloga a la lógica inconsciente que Freud descubre actuante en la generalidad de los casos de histeria; y esto, no es deudor del conocimiento o no de un autor sobre el otro.

6 Nueva Enciclopedia Larousse, Barcelona, ed. Planeta, 1980, p.6621. 
7 MILLER, Jacques-Alain. «Lacan clínico», en Matemas II, Buenos Aires, ed. Manantial, 1990, pp.115-136.
8 De entre las varias y variadas referencias literarias que podemos encontrar en su enseñanza, tal vez la lectura más novedosa que aportó en su momento Lacan fue la que hizo del texto de Poe «La carta robada», sobre todo si tenemos en cuenta que Poe fue el autor sobre el que la eminente psicoanalista francesa Marie Bonaparte, discípula directa y benefactora de Frued, realizó un importante estudio psicoanalítico, el cual mereció la aprobación del mismo Freud. Lacan encuentra en este breve texto el modelo del funcionamiento significante; es decir, la primacía del orden simbólico sobre el sujeto hablante: es el orden de la repetición, el orden que dinamiza lo inconsciente y las escenas en que se despliega. De insistir acerca de la preminencia del significante es de lo que se trata en el modelo que nos presenta la lectura de Lacan sobre la escritura de Joyce. Esta vez en un nuevo plano: el significante se articula con el goce del escritor que priva al lector, no solamente del placer que espera encontrar en el texto, sino que su estilo pone al lenguaje en el límite de la interpretación posible por parte de quien a él se acerca. Esta exclusión apunta hacia los mismos límites de la escritura dentro de los márgenes del orden simbólico en cuanto garante del lazo social, es decir, las puertas de la locura. Con Hamlet, Lacan nos muestra esta vez la función del significante aportando las coordenadas por las que transcurre el deseo. Hamletes el modelo -masculino- del deseo. Aquí encontramos una declaración de intenciones del mismo Lacan respecto a su uso de la literatura que puede ayudarnos a fijar su posición: «Nuestra intención, se lo recuerdo, es mostrar en Hamlet la tragedia del deseo, el deseo humano del que nos ocupamos en el análisis». La lectura lacaniana de Antígona retomará el deseo esta vez en su condición más humana: su dimensión ética. En Antígona, Lacan encuentra el modelo del destino humano, aquello frente a lo cual ha de hacer su elección, aquello que le convertirá en un héroe, o en un cobarde. Podríamos decir que es una versión de la elección forzada a la que se ve sometido todo sujeto. Es el punto en el que el «retorno a Freud» de Lacan recupera la subversión cultural que supuso el descubrimiento freudiano de lo inconsciente, pues el deseo del sujeto no se pliega bajo la moral social sin un costo. Cada cual sabe de las cicatrices de su cobardía, lo que hubo de pagar en sufrimiento, en malestar en alienación, por escoger el «primun vívere». La literatura lo da forma, y nos advierte.
9 «Extravío» es el significante que Lacan utiliza para referirse a la orientación que los postfreudianos dieron al psicoanálisis y, con ello, a su acercamiento a los textos literarios. La «ego-psychology», privilegia del control y la autonomía del Yo sobre los procesos primarios, lo que posibilita la socialización de los procesos creativos como lugar de encuentro entre autor/lector. Por su parte, los seguidores de Melanie Klein y su privilegio de las mociones pulsionales en la relación con el objeto, sitúan la crítica cultural del lado del encuentro y la comunicación de «inconsciente a inconsciente» entre aquellos.
10 En este sentido es fundamental la nota 1468 de las Obras Completas de FREUD, Sigmund, T.lll, Madrid, Biblioteca Nueva, 19801, p.2492











viernes, 22 de abril de 2016

MIRÓ Y EL PSICOANÁLISIS: POSIBILIDAD DE UN ENCUENTRO. La vía cronológica: Miró coetáneo de Freud.

Manuel Gómez-Moreno González, Su hijo Pepe.
La habilidad de Miró para crear personajes, su fina intuición para construirlos sujetos a las pasiones que dominan los comportamientos y los destinos de los hombres, su capacidad para analizarlos bajo la lupa de la introspección han evocado y planteado desde hace décadas la presencia de referentes científicos" -psicología, psiquiatría-, que pudiera dar soporte a la «clínica» de algunos de sus personajes, particularmente de aquellos que presentan comportamientos más tortuosos, fantasías más poderosas, exigencias más inaplazables.
Todo esto ha hecho volver la mirada sobre las teorías de algunos psicólogos y psiquiatras contemporáneos de Miró. Las amistades médicas del novelista y su interés por la materia, así como la presencia en su biblioteca de libros de aquellas disciplinas así lo justifican. De entre los autores a los que se suele mencionar figuran expresamente los del psiquiatra Kraft-Ebing, y los del psicólogo francés Binet, ambos en relación a la temática y el simbolismo fetichista presente en algunas de sus producciones.
Más controversia parece haber suscitado la posibilidad de referir a la influencia de las tésis psicoanalíticas aquellos comportamientos y temáticas a las que aludimos. Por un lado, y entre quienes lo niegan, se argumenta que la misma coetaneidad de Miró y Freud hacían biográficamente imposible un «encuentro» entre ambos, habida cuenta de que Miró no conocía la lengua del austriaco. Otros, sin embargo, lo dan por hecho, aunque no lo justifican. Por último, hay quienes, aceptando las dificultades para poder afirmarlo, creen ver razones suficientes para admitir una seria posibilidad. Sea como fuere, la lectura de la obra de ambos no deja de suscitar con reiterada frecuencia la resonancia psicoanalítica en la narrativa mironiana.
Sin embargo, un planteamiento así implica cierta confusión en tanto supone, aunque lo oculta, una discusión previa del lugar que el psicoanálisis está llamado a ocupar en el campo de la crítica literaria.
La discusión planteada por los críticos de Miró que abordan este aspecto de la presencia posible o no de las ideas freudianas en la literatura de aquel, atañe exclusivamente a la perspectiva ideológica. Es decir, la pregunta si en el bagaje cultural de Miró estaban presentes las lecturas necesarias para que el autor alicantino tuviera incorporado en su background, en sus presupuestos teóricos acerca del hombre, o en su personal «filosofía de la vida», sea a nivel consciente o inconsciente, una determinada parte de la perspectiva psicoanalítica.
Indudablemente esta «vía cronológica» exige como condición necesaria la posibilidad de que Miró pudiera entrar en contacto directo o indirecto con las ideas de Freud. Ello supone, básicamente, hablar de los intereses e inquietudes extraliterarios de Miró, y conocer las posibles fuentes y canales de acceso de este a las producciones psicoanalíticas.
Respecto a lo primero, sabemos de su interés por el mundo de la medicina en un sentido amplio. La presencia en sus novelas y sus amistades entre el círculo de profesionales de la medicina así parecen testimoniarlo. En esta dirección hay que considerar que es, lógicamente, este canal médico la primera puerta de entrada del psicoanálisis en España. Y esto suficientemente temprano como para que, en vida del propio Miró, el psicoanálisis llegara a alcanzar en nuestro país una importante difusión, y no solamente en los círculos médicos profesionales. Incluso podemos comprobar que, aceptando el año de 1912 como la fecha de la posible conclusión de Dentro del cercado, para esa fecha contamos ya en España con la publicación en Granada y en Barcelona de la traducción de Los mecanismos psíquicos de los fenómenos histéricos. "Comunicación preliminar", de J.Breuer y S. Freud, en sendas revistas médicas; contamos también con un artículo del doctor Gayarre, publicado esta vez en una revista médica de Madrid, y el artículo del filósofo Ortega y Gasset sobre el psicoanálisis, publicado en La Lectura. Tanto el artículo de Gayarre como el escrito freudiano traducido tienen por tema específico el de la clínica psicoanalítica de la histeria. El del filósofo español aborda los aspectos esenciales de la dinámica de lo inconsciente, sin descuidar tampoco el aspecto psicopatológico. Tener esto en cuenta me parece de interés, habida cuenta que, tal como intentaremos mostrar en los capítulos siguientes, es la conflictividad psíquica que muestra la histeria el núcleo de conformación de la novela de Miró que estudiaremos.
Pero con ser esta la primera, no es la única puerta que se abrió en España a las ideas freudianas. Con ser tardía, es interesante constatar que, siendo la carrera de leyes la formación universitaria de Miró, fue en este terreno en el que el psicoanálisis tuvo animosos defensores y divulgadores.
Las otras dos entradas de importancia, por la incidencia de su difusión en la cultura general, fueron la pedagogía avanzada que floreció en la España del primer tercio del siglo XX, y, precisamente, la producción literaria de algunos autores de relevancia. Esto último interesa particularmente en tanto barómetro de la presencia lograda por el psicoanálisis en las capas sociales españolas de cierto nivel cultural.
Tampoco hemos de descuidar la penetración psicoanalítica en los países hispanohablantes de América. Los intercambios científicos, artísticos y culturales entre ambas orillas del Atlántico merecen ser considerados, aunque no entremos en valorar la cantidad ni la calidad de aquellos. Nuestra intención no pasa de desplegar lo más ampliamente posible el abanico de oportunidades en el que pudo darse un tal encuentro. Por ello no evitaremos el espacio en lengua francesa, idioma y cultura próximos a Miró.
De la discusión sobre la fecha exacta de la publicación de la novela, que parece difícil de situar por lo prolongado de su gestación, nos interesa destacar que, ya sea 1916 o bien 1912, Miró anuncia «su inminente publicación...» a fines de 1910. Esto sitúa la producción de la novela en la primera década del siglo.
Con ello queremos acentuar la coetaneidad de esta novela, con la publicación de la primera casuística de la clínica freudiana -"Estudios sobre la Histeria", de 1895; "Análisis fragmentario de una histeria" —el llamado (Caso Dora)-, de 1905-, así como de textos capitales de su producción teórica -"La interpretación de los sueños", de 1900; "Una teoría sexual y otros ensayos", de 1905-; también coetáneos son sus principales escritos sobre psicoanálisis aplicado al arte y la literatura -"El delirio y los sueños en la Gradiva", de W. Jensen, de 1907; "Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci", de 1910-; incluso de un texto freudiano de alcance sociológico y filosófico -"La moral sexual Cultural y la nerviosidad moderna", de 1908.
Sin embargo, hay que hacer notar que, a pesar de ser España el primer país que asume la tarea de la traducción de las obras completas de Freud, esto no da su primer fruto hasta 1922. Recordemos Como precisión histórica y bibliográfica de interés para situar la obra freudiana respecto a la cronología mironiana, que no es esta la primera noticia del psicoanálisis en España. Si la traducción de las Obras Completas de Freud situó a nuestra lengua en un lugar de privilegio para el acceso al pensamiento del profesor vienés, el interés que este despertó en España coloca a nuestro país en la paradójica situación de haber sido el primero en hacerse eco y difundir el nuevo método terapéutico -entonces método catártico-, sin ningún desarrollo posterior de relieve cuantitativo ni cualitativo. No obstante, la semilla de la lengua haría fructificar aquel esfuerzo, y el pensamiento psicoanalítico haría fortuna en los países sudamericanos, particularmente en la Argentina, a cuya labor de difusión no fue ajena la inmigración de españoles alrededor de las fechas de nuestra guerra civil, como es el caso de la labor realizada por Ángel Garma.
Aunque son datos conocidos, recapitularé, en referencia a la cronología biográfica de Miró, la presencia editorial del psicoanálisis en nuestro país y en aquellos de lengua castellana. Por la proximidad sentimental y cultural de Miró a la lengua y Cultura francesas, incluímos también las traducciones que la obra de Freud tuvo en esa lengua, así como las obras producidas por los primeros psicoanalistas de aquel país y los escritos que, desde el campo médico, psicológico y filosófico, comienzan a dar cuenta de las ideas de Freud desde el año de 1896. Por ser numerosas, haremos referencia solamente a los autores de mayor relevancia, particularmente aquellos cuyos libros figuraban en la biblioteca de Miró.
Freud cuenta con 23 años cuando nace Miró. Desde este momento, y hasta 1900, año en que Miró recibe su licenciatura en Derecho, se han publicado diversas obras del campo médico-psiquiátrico y psicológico que serán referentes científicos para nuestro autor.
En 1883 Théodule Ribot publica "Les maladies de la personalité", libro presente en la biblioteca de Miró. En 1886, aparece el tratado de "Psychopathia Sexualis", de Kraft-Ebing, texto de referencia para todos los interesados en el tema, y que vio su edición francesa en 1895. En él se abordan los aspectos médico-legales de estas anormalidades sexuales que atribuye a causas congénitas. Dos años después, en 1888, Binet da la réplica a Kraft-Ebing en su publicación «Études de psychologie expérimental», que incluye «L'intensité des images mentales», y «Le fétichisme dans l'amour», este último de 1887. Aquí, Binet privilegia el aspecto puramente psicológico, y remite la etiología a sucesos sexuales traumatizantes de la infancia del individuo, y que han quedado como recuerdos olvidados. Un ejemplar figuraba en la biblioteca de Miró. Este último año aparece publicado el libro de Fréderic Paulhan «Les phénomènes affectifs et les lois de leurs apparitions», figurando también entre los libros de su biblioteca.
Es sabido que la avanzadilla de la presencia freudiana en España data de 1893, año en que aparece publicado en dos revistas médicas la traducción de Los mecanismos psíquicos de los fenómenos histéricos, texto considerado como «preanalítico», pero que ya plantea la etiología de la histeria del lado del afecto, la teoría del trauma y los interrogantes de la hipnosis, y de la histeria misma, a la medicina organicista del momento. Efectivamente, esta tempranísima fecha señala la traducción de la Comunicación preliminar -"Uberden psychischen mechanismus hysterischer Phäenomene: Vorláufige Mitteilung"-, que aparecerá integrado como «Introducción» de los "Studien über Hysterie", de 1895 -año en que Miró inicia los estudios universitarios en la facultad de Derecho de Valencia-, y donde figura también el "Historial clínico de Elisabeth von R.", al que prestaremos una especial atención.
Este escrito -en colaboración con su amigo médico y mentor J. Breuer-, apareció publicado en Viena en el mes de enero de 1 893, no teniendo mayor relieve en los ámbitos científicos de cultura alemana. Tan solo al mes siguiente aparece la versión en castellano -traducción de autor desconocido- en la Revista de Ciencias Médicas, de Barcelona, -vol. XIX, no3, pp.54-59 y n°4, pp.85-89, y entre este mes y el mes siguiente en la Gaceta médica de Granada -vol. XI, no233, pp.129-135-, hecho que les grangea el privilegio de ser, según confesión de Strachey «la primerísima traducción de una obra psicológica de Freud que se haya publicado en el mundo.» Sin embargo, esta observación se refiere a la edición de la revista granadina, pues aquí no se hace referencia a la edición de la revista catalana qué, según las fechas de aparición, llevó la iniciativa de la edición de dicha traducción. Desconozco si se trata de la misma traducción la versión publicada en ambas revistas, pero por las fechas -10-25 de febrero para la de Barcelona, y febrero y marzo para la de Granada-, pensamos que debe de ser la misma. El hecho cobra todo su relieve si consideramos que los ecos en Londres datan, el primero, del mes de abril, y en París se demora hasta junio y julio, siendo, además, que en ambos se trata solamente de reseñas.
En 1896 Ribot publica "La psychologie des sentiments", en el que distingue el concepto freudiano de Unbewusste, de un inconsciente como parte oculta de la conciencia.
Freud quiso hacer coincidir la publicación de su obra emblemática -"La interpretación de los sueños"- con el comienzo del nuevo siglo, marcando así la ruptura epistemológica que suponía en el campo de la clínica. También de 1900 es la versión castellana de "L'amour libre", de Charles Albert, libro presente en la biblioteca de Miró. Un año después Miró publica su primera novela, La mujer de Ojeda. También es el año de su matrimonio con la hija del cónsul de Francia en Alicante. Este año Freud publica su "Psicopatología de la vida cotidiana", texto donde, en la línea del anterior y de "El chiste y su relación con lo inconsciente", de 1905, extiende los procesos psíquicos que ha encontrado actuantes en la patología mental al ámbito de la conducta cotidiana.
En 1903, Miró publica "Hilván de escenas", y su admirado doctor Ingenieros publica en la Argentina "Simulación en la locura", tema este de la «simulación» que tanto interés ha tenido siempre para los estudiosos de la histeria. Un año después, Miró publica "Del vivir", y colabora en revistas locales. Théodule Ribot publica "La logique des sentiments", presente en la biblioteca de Miró.
En 1905 hasta 1906, Miró fracasa en sus intentos de opositar a la Judicatura. En el primero de estos dos años Freud publica "Una teoría sexual y otros ensayos", en donde hace una primera aproximación al fetichismo, abordándolo desde la condición del «objeto». Aparece también su texto breve "Personajes psicopáticos en el teatro", primer escrito para abordar una crítica estética psicoanalítica desde el «receptor».
Durante el año siguiente Freud publica la conferencia "El psicoanálisis y el diagnóstico de los hechos en los procedimientos judiciales". En Francia, gracias a los trabajos del zuriqués Alphonse Maeder se publica, en los "Archives psychologiques", un escrito introductorio a la "Interpretación de los sueños", de Freud, y que sirve de recensión a los lectores franceses que no puedan acudir al original.
En 1907 Freud publica "El delirio y los sueños en la «Gradiva", de WJensen, texto inaugural de la aplicación del psicoanálisis a la literatura. Esta año Jung viaja a Francia a debatir con Janet respecto al psicoanálisis, encuentro definido como «decepcionante» por Jung.
En 1908 Miró publica "La novela de mi amigo", y es premiado por su cuento "Nómada". Freud publica otro escrito breve, El poeta y la fantasía, primer escrito para abordar una crítica estética psicoanalítica desde el «emisor». Este año aparece publicada en Francia una conferencia de los doctores Schmiergeld y Provotelle, "La Méthode psychanalytique et les Abwehr-Neuropsychosen, que aporta una bibliografía de las obras de Freud, y hacen un examen del «caso Dora».
En 1909, Miró publica "La palma rota", "El hijo santo", y "Amores de Antón Hernando". Comienza su colaboración en «Caras y Caretas», de Buenos Aires. Este año aparece el primer escrito autóctono español sobre psicoanálisis. Lo escribe el doctor Miguel Gayarre Espinar, y es un artículo con el título «La génesis sexual del histerismo y de las neurosis en general», en la Revista Clínica de Madrid, en el que critica la etiología sexual de la histeria, a partir del «caso Dora», publicado en 1905 por Freud.
En 1910, Miró publica Las cerezas del cementerio, y anuncia la «inminente publicación» de otra de sus novelas: Dentro del cercado. Freud publica "Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci", primer texto referido a la estética de las artes plásticas. También publica "Sobre un tipo especial de la elección de objeto en el hombre", escrito que junto al de "Sobre una degradación general de la vida erótica", de 1912, y "El tabú de la virginidad", de 1918, constituyen una trilogía sobre la psicología de la vida amorosa.
También es de este año, aunque no apareció publicado hasta 1915 en La Lectura, una referencia de Ortega y Gasset al psicoanálisis. Es de particular interés para nosotros, pues tiene su ocurrencia en el marco de un escrito de crítica literaria del filósofo español sobre la obra del novelista Baroja. En este texto -de 1910,-, y en un par de páginas, Ortega hace un apretado resumen de la teoría psicoanalítica existente hasta el momento en una muy acertada condensación expositiva. En ella se acentúa el efecto disruptivo en el curso del pensamiento de las emociones y afectos que han quedado inconscientes por la represión de las representaciones a que estaban ligados. Ruptura del continuo intelectivo, presencia de ideas absurdas y exceso de intensidad emocional y expresiva configuran un panorama clínico que Ortega va a utilizar para hacer un diagnóstico «psicopatoantropológico» de la «postura» vital hispana. Es más, incluso le sirve a Ortega el punto de vista psicoanalítico para sugerir una interpretación de España como «síntoma» de una posición más estructural, más de fondo, que sería «la postura africana ante el universo.». Nos encontramos aquí con un Ortega que, prácticamente al mismo tiempo que lo empezara a hacer Freud, utiliza las extrapolaciones clínicas de la teoría psicoanalítica para hacer «psicoanálisis aplicado» a la cultura.
A finales de este año, en carta a Jung, Freud escribe: «La interpretación de los sueños ha encontrado lectores en París y en Madrid, como lo atestiguan cartas que provienen, también es verdad, de gente con nombre alemán». Este año se considera como el de la introducción «oficial» del psicoanálisis en Francia: el doctor Morichau-Beauchant se adhiere abiertamente a la causa psicoanalítica, a través de cuatro artículos publicados en estos primeros años de la década, titulándose el primero de ellos, de 1911, "Les Rapport Affectif dans la cure des psychoneuroses".
También de este año es un largo artículo sobre la histeria que Binet escribe,en colaboración con Simón, en su revista "Année Psychologique", en el que recoge la perpectiva psicoanalítica. En El congreso Médico Internacional de Buenos Aires que se celebra este año, el doctor Germán Greves presenta un trabajo titulado "Psicoterapia y reeducación psíquica", en el que alaba los resultados de la terapia psicoanalítica en las neurosis obsesivas, y se queja de la resistencia ofrecida por la comunidad científica al papel asignado por Freud a la sexualidad infantil.
En 1911, año en el que Miró es nombrado Cronista de Alicante, y comienza su colaboración en el Diario de Barcelona, aparece el artículo de Ortega, "Psicoanálisis, ciencia problemática", que supone la presentación en el ámbito de lengua castellana de ese nuevo saber que se pretende científico. El artículo de Ortega, plenamente inscrito en su vocación pedagógica de elevar el nivel cultural y científico de los españoles, no es un artículo especializado, o, mejor dicho, para especialistas. En él, Ortega da cuenta de algunos de los conceptos mayores del psicoanálisis hasta la fecha, y hace una magnífica lectura de los mecanismos operantes en la producción de los fenómenos inconscientes y de la dinámica que los mueve. Todo ello da buena Cuenta de la meritoria Comprensión por parte del filósofo español de una disciplina no solamente novedosa cronológicamente, sino por los supuestos epistemológicos que pone en juego.
El año 1912 tiene su interés en nuestro tema por ser el año en el que Freud funda una nueva revista, mago, revista dedicada al psicoanálisis aplicado y que lleva por subtítulo Revista para la aplicación del psicoanálisis a las ciencias del espíritu. Este hecho fundacional es la constatación de la envergadura del trabajo que los psicoanalistas están realizando sobre los campos afines a su materia. Esta línea de trabajo es explícitamente validada por Freud, un año después, con la publicación de "Múltiple interés del psicoanálisis", recorrido acerca de la aportación que el psicoanálisis realiza a distintos campos de la cultura, entre ellos, la literatura. Publica también "El tema de la elección del cofrecillo", en el que aborda el drama de Schakespeare "El mercader de Venecia".
Este año de 1913, el psiquiatra Hesnard, después de haberse disculpado, en carta personal a Freud, por la actitud del mundo científico francés hacia el psicoanálisis, publica dos conferencias tituladas "La théorie sexuelle des psycho-névrose, psycho-analyse de Freud". Estas conferencias inician una larga serie de publicaciones de este autor dedicadas al psicoanálisis. Por su parte, Ribot vuelve sobre el tema del «inconsciente» y publica "La vie inconsciente et les mouvements", en cuyo prefacio da cuenta de los trabajos de Freud y del psicoanálisis. Un año despues, en su artículo «La loguique affective de la psycho-analyse», Ribot da Cuenta de las diferencias entre Freud y Janet respecto a la metodología con que se aborda el acceso a lo psíquico. También en Francia, este año y el anterior, el profesor Kostyleff, de l'Ecole Pratique de Hautes Etudes, publica artículos en los que se da cuenta del «caso Dora» de Freud.
En 1914, año en que Miró y familia se trasladan a Barcelona a residir, ciudad donde ocupa un cargo en su Diputación, y en el que Freud publica "Introducción al narcisismo", el psiquiatra madrileño Enrique Fernández Sánz publica "El Psicoanálisis", en la revista "Los Progresos de la Clínica", que pasará a integrarse como un capítulo en su libro "Histerismo, Teoría y Clínica", recorrido amplio y detallado sobre esta patología, y en el que valora de forma diferencial distintos aspectos de la posición psicoanalítica sobre el tema. En Francia, Janet publica "La psycho-analyse", manifiesto de antifreudismo «científico», y en el que el autor cristaliza su posición de rivalidad con Freud.
En 1915, en Francia, el doctor Farez reclama, frente al psicoanálisis de Freud, un «psicoanálisis francés». Miró publica "Los amigos, los amantes y la muerte", y "El abuelo del rey". El año siguiente es el que tomamos como fecha de la publicación de la novela "Dentro del cercado". Publica también "Figuras de la Pasión del Señor", apareciendo el tomo 2 al año siguiente. También de 1917 es "El libro de Sigüenza".

El año de 1916 aparece, en un nuevo escrito orteguiano de la serie "El espectador", un artículo de crítica literaria -"Leyendo el Adolfo, libro de amor"- en el que el autor recoge la propuesta psicoanalítica de la etiología sexual de las enfermedades mentales. Ortega valora decididamente la certera orientación de Freud en apuntar a lo sexual Como aquella fuerza generadora de una parcela desconocida de nuestra personalidad, de igual montante que la parte consciente. No es difícil leer allí la hipótesis del inconsciente en su realidad sexual, del mismo modo que recoge sucintamente las notas definitorias de la teoría general. Aunque en un estilo de retórica literaria, Ortega define como «haber puesto el dedo en la llaga de nuestra personalidad» el hecho de haber desvelado esa dinámica inconsciente, y esa energética pulsional como los auténticos resortes de nuestro psiquismo.
En 1919, Miró publica "El humo dormido". Es el año en que Freud publica "Lo siniestro", abordaje psicoanalítico de todo un campo de la estética a través del relato fantástico de E.T.A. Hoffman "El hombre de arena".
En 1920 Miró se traslada, con su familia, a Madrid. Comienza su colaboración en los periódicos El Sol, de Madrid, y La Nación, de Buenos Aires. Este año, año en el que Freud da inició a una profunda revisión del Conjunto de su teoría, y en el que publica Más allá del principio del placer, texto en el que Completa su concepción pulsional de la vida humana, el doctor Fernández Sánz publica "La aplicación práctiga del psicoanálisis a la clínica neurológica", en La Medicina Íbera, artículo más o menos recopilatorio de su posición ya conocida. La presencia de Freud y sus ideas pierden espacio en sus libros Disciplina de los nervios y régimen de salud mental, del mismo año, y "Las psiconeurosis", del año siguiente. Este año de 1921, Miró publica "El ángel, el molino, el caracol del faro", y "Nuestro Padre San Daniel". Durante la década de los veinte se traducen al francés, bien que bastante deficientemente, un buen número de las obras de Freud. Son muy bien acogidas entre los integrantes del movimiento surrealista, quienes se convierten en activos propagadores de la doctrina freudiana.
El año de 1922, en el que Miró publica "Niño y grande", viene marcado por la aparición de la traducción por Luis López-Ballesteros y de Torres de las Obras Completas de Sigmund Freud, impulsada y prologada por José Ortega y Gasset, y en edición de Biblioteca Nueva, versión que irá apareciendo entre este año y 1934 de forma pareja a los escritos originales, Gesammelte Schriften, en Viena.
Este hecho «dispara» la publicación de artículos sobre el psicoanálisis escritos por autores españoles. El doctor Fernández Sánz retoma nuevamente el tema, esta vez bajo el aspecto concreto de la técnica terapéutica en Tratamiento psíquico. Principios fundamentales y métodos. El doctor Gonzalo Rodríguez Lafora publica "Estudios psicoanalíticos sobre las obsesiones", en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades, y el doctor Jimeno Riera publica "La histeria desde el punto de vista psicoanalítico", también en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades.
Un año después, en 1923, Freud publica "El Yo y el Ello", texto clave de su tópica psíquica. En España aparecen escritos de: Fernández Sánz, "Técnica de la Psico-análisis como instrumento terapéutico", en El Siglo Médico, y "La evolución del Psico-análisis". Los disidentes. El freudismo ortodoxo», en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades; el doctor Rodríguez Lafora publica su Conferencia «La teoría y los métodos del Psicoanálisis», también en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades; el psiquiatra José Miguel Sacristán publica "El psicoanálisis como método de exploración del inconsciente", y "La teoría psicoanalítica de Freud", en la Revista de Pedagogia, y "Freud, S. Das Ich und Das Es", en la Revista de Occidente. En Argentina, Aníbal Ponce escribe «La divertida estética de Freud. La gramática de los sentimientos», en Estudios de Psicología.
En 1924, Fernández Sánz publica «Observaciones polémicas Sobre psico-análisis», en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades, y «Psicoanálisis y lógica», en Siglo Médico. Rodríguez Lafora publica «La interpretación de los sueños», en la Revista de Occidente. El psiquiatra José María Villaverde publica "Sobre el Psicoanálisis", y "Las últimas novedades en materia de Psicoanálisis", en la revista El Siglo Médico. El doctor José Sanchís Banús publica "La Cuestión del psicoanálisis", en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades. La importancia y difusión adquirida en esta fecha por el psicoanálisis le hace merecedor de aparecer en la Enciclopedia Espasa bajo el epígrafe «El método de Freud.»
En 1925 encontramos nuevamente al doctor Fernández Sánz que publica "Sobre el concepto unitario de libido: su interpretación biológica y Social", en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades. El doctor Sacristán publica "Freud ante sus contradictores", en la Revista de Occidente. Desde el campo de la pedagogía aparece un primer escrito, el de Domingo Barnés quien publica "El Psicoanálisis y la educación", en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Desde el campo de la religión encontramos la labor del dominico Manuel Barbado, catedrático de influencia institucional en los campos de la filosofía, la pedagogía y la psicología española, quien publica diversos artículos referentes al psicoanálisis en La Ciencia Tomista. Por su parte, el jesuita y profesor de filosofía Eustaquio Ugarte de Ercilla, publica "La escuela freudiana y la metapsicología", en Razón y Fe. El catedrático de filosofía de la Universidad de Madrid Lucio Gil Fagoaga, publica la conferencia pronunciada en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, con el título de "El psicoanálisis y su significación".
El año de la publicación por Miró de "El obispo leproso", en Argentina Enrique Mouchet escribe "La significación del psicoanálisis". Un año después, Freud publica "El fetichismo" -1927-, en el que da su estado definitivo al tema, esta vez del lado de lo que supone de estructurante para el sujeto.
En España aparece la primera aportación desde el campo judical. La realiza el magistrado César Camargo Marín, quien publica "Las teorías del profesor Freud ante la psicología experimental, normal y onírica", en la Revista de los Tribunales. Gil Fagoaga publica Las interpretaciones de los sueños. Este mismo año encontramos directamente en la literatura, a través de "Sinrazón", drama teatral de Sánchez Mejía, el rastro en el que se transparenta la presencia del pensamiento freudiano.
En marzo de este año se publica en El Debate un artículo firmado por Nicolás González Ruiz, y titulado "Las ideas y el estilo de Gabriel Miró. Freudismo y modernismo", que merece cierto comentario por nuestra parte, ya que es el primer escrito del que tengo noticia en el que se afirma sin ambages la presencia de las ideas de Freud en el pensamiento que Miró trasluce en sus novelas. El artículo es ferozmente crítico contra el autor alicantino, como podía esperarse de un artículo aparecido en un periódico ultracatólico y defensor del dictador Primo de Rivera. Este año Miró fue propuesto como miembro de la Real Academia, lo que provocó en su contra una campaña difamatoria de la Compañía de Jesús. Este artículo forma parte de dicha campaña, la cual parece que tuvo éxito y el nombre de Miró fue vetado en la Academia. Es interesante comprobar como índice de la difusión del «freudismo» en la España de este momento histórico, que el psicoanálisis sea utilizado -negativamente en este caso, por supuesto- como argumento, y en una publicación diaria, para dar cuenta «razonada» de toda una producción literaria. En el artículo, el autor nos hace saber que su desagrado por las novelas de Miró arranca desde la primera que leyó, La palma rota, «repulsión» que no pudo concretar en «juicio» hasta muchos años después. En el momento de escribir el artículo ya puede fundar ese juicio sobre el conjunto de la literatura mironiana: «freudismo en las ideas y modernismo en el estilo». Me interesa resaltar esa impresión inespecífica del autor, en la que más tarde pudo reconocer la presencia de Freud desde la primera producción mironiana, y que tiene su base en la importancia central de las motivaciones de carácter sexual que rigen, a juicio del autor, los comportamientos de sus personajes.
En el año 1928 podemos encontrar un variado muestrario de publicaciones sobre el psicoanálisis y su presencia en diversos campos culturales y científicos. El doctor César Juarros publica Los horizontes de la Psicoanálisis", en Mundo Latino, y José Sanchís Banús publica "La psicopatología y los cuentos infantiles", en la Revista de Pedagogía. Quintiliano Saldaña publica "Siete ensayos sobre Sociología sexual". Manuel Barbado publica su "Introducción a la psicología experimental", que incluye el capítulo «Ultima evolución del asociacionismo: la escuela psicoanalítica». En el mundo de la literatura aparece "Las Adelfas", obra teatral de los hermanos Machado, en la que el psicoanálisis aparece de forma explícita. En Argentina, Gregorio Berman publica "Psicología del Narcisismo". Es el año que Miró publica "Años y leguas", y Freud vuelve a tomar a la literatura como tema de su reflexión clínica con "Dostoiewsky y el parricidio".

En 1929, César Camargo Marín publica Psicoanálisis del sueño profético, con prólogo de Quintiliano Saldaña, y "Sobre la técnica del chiste", en la Revista de los Tribunales. José Miguel Sacristán publica "Técnica del Psicoanálisis infantil", en la Revista de Pedagogía. La literatura aporta, a través de Juan José Domenchina, su novela "La túnica de Neso", en la que son frecuentes las referencias a Freud.
or último, señalar que el año de la muerte de Miró, 1930, César Camargo Marín publica "El psicoanálisis en la doctrina y en la práctica judicial".

* MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco: «Gabriel Miró, entre filografía y biografía (Dentro del cercado)», en La esfinge mironiana y otros estudios sobre Gabriel Miró, Alicante, Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert», 1990, pp.71-96, . ONTAÑÓN de LOPE, Paciencia: Estudios sobre Gabriel Miró, México, Univ.Aut. de México, 1979, pp. 111-141. LARSEN, Kevin S.: «La ciencia aplicada: Gabriel Miró, Alfred Binet y el fetichismo», en Bulletin Hispanique, Tomo LXXXVII, No.12, Bordeaux, Ed. Bière, (Enero-junio 1986), pp.121-144.*ORTEGA Y GASSET, José: «Psicoanálisis, ciencia problemática», O.C.TI, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pp.216-237. Previamente, en 1910, está su «Hipótesis del histerismo español», en su escrito Una primera vista sobre Baroja - O.C.T.II, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pp.110-111-, que no llegó a ser publicada hasta 1915, en La Lectura. Para el conjunto del tema de las relaciones de Ortega con el psicoanálisis se puede consultar nuestra tesis doctoral Ortega y Casset y el Psicoanálisis, Universidad Complutense de Madrid, 1995.
*Cf. MARQUEZ VILLANUEVA, Francisco, op.cit. pp.71-96.
*Cf. Obras Completas de Sigmund Freud, vol. II, Buenos Aires, ed. Amorrortu, 1990, p.9.
*ORTEGA Y GASSET, José. «Confesiones de «El Espectador», O.C.T.II, Madrid, Alianza Editorial, 1983, p.27.