Lo mejor que hizo Freud fue la historia del Presidente Schreber. Se mueve ahí como pez en el agua. [...] No fue a hacerlo charlar al Presidente Schreber. De todos modos, nunca es más feliz que con un texto. Jacques LACAN

miércoles, 11 de mayo de 2016

DETERMINANTES SUBJETIVOS EN LA CREACIÓN LITERARIA: LOS SUEÑOS DE LA MEMORIA EN "LA VIDA OCULTA", DE SOLEDAD PUÉRTOLAS.

Composición cubista, Emilio Varela, circa 1935.
Vida y literatura son dos órdenes de experiencia heterogéneos. A tal punto, que Soledad Puértolas1 se disculpa por hablar de «placer» para referirse a la satisfacción que le ha proporcionado reflexionar por escrito, “teorizar y divagar” en tanto novelista, sobre el hecho literario. Sin embargo, más allá de esta constatación inicial, la autora confiesa la imposibilidad personal para hablar de la segunda sin hacerlo de la primera. Ambas se confunden, librándola así de paso de cualquier exigencia de “cientificidad” que volvería bastante estéril su indagación, pudiéndome perder por caminos más misteriosos y sugestivos2. La verdad que se deposite de su reflexión vendrá más por el encuentro que por la búsqueda. Su “forma informal de ensayo”, sus “divagaciones más o menos hilvanadas” privilegian la deriva del lenguaje como método de conocimiento; al igual que los demás autores que tratamos en este capítulo, mejor una heurística que una sistemática.
¿Cuál es la articulación, la íntima necesidad que vida y literatura tienen una de la otra?. Para Soledad Puértolas la vida es enigma. Más en concreto, la vida se nos muestra en cada ocasión como una escena enigmática3. Y como la vida humana es eso precisamente, vida hecha con la vida de los hombres y las mujeres que han habitado y habitan el mundo -incluso con la de aquellos que lo habitarán en el futuro-, entonces el enigma de la vida, de la escena que se nos muestra en su momento, es la extrañeza del otro primordial que a partir del prójimo más próximo a nosotros - los vecinos, los parientes próximos y lejanos, los abuelos, los tíos, mi madre, mi padre, mis hermanas, ¿cómo eran?, ¿qué pensaban?, ¿qué sentían?, ¿serían como yo?4"-, el enigma de su vida se constituye en aquel Otro que nos va a marcar con la huella permanente de una insatisfacción. Es a partir de aquí que el deseo por escribir se configura y toma impulso: Si las vidas de los demás no me hubieran parecido extrañas, tal vez nunca se me habría ocurrido escribir:5
Este misterio, que es insatisfacción primera, no es algo cualquiera. Se trata de algo que dañó al escritor para siempre, y frente a lo cual necesitó de las construcciones defensivas que proporcionan las identificaciones a estas figuras de la infancia, que serán el basamento sobre el que se empezaron a poner las primeras piedras de los edificios literarios y estéticos que fueron albergando los sueños.6
Dicho de otro modo:
La literatura surge, creo yo, del mundo construido por el escritor desde sus primeros pasos en la vida, y todo lo que escribirá se apoyará en sus primeras sensaciones, que pueden ser, también, sensaciones de carencias y desconocimiento.7
Aquí está pues, la plomada que tensa la narración y organiza la trama. A partir de aquí, el escritor experimentará la autonomía que va cobrando el discurso de la ficción que deliberadamente concibió en su intuición creativa. Para Soledad Puértolas, solamente en el propio progreso de la redacción del texto se verá si los personajes seguirán el camino que mi imaginación les ha trazado o me darán sorpresas, y si el final presentido se mantendrá o dará un giro inesperado8, o Porque, misteriosamente, algunas veces, tal escena o tal personaje se me escapan, se hacen ajenos, inservibles, como escayolados, sin que sepa por qué, y luego vuelven a mí, o aparecen otros sobre los que no había pensado en absoluto [...].9" Al final del recorrido el balance del forcejeo entre la autora y su novela es claro. La percepción de la división entre la novelista y su obra se impone con rotundidad, al punto que este extrañamiento promueve cierta ansiedad que urge a poner el punto y final:
Después de tantas vueltas y correcciones, suelo tener la impresión de que la novela me ha vencido, y si es que tiene su música, no es exactamente la que escuché, y por temor a perderla del todo, la dejo, la doy por concluida.10
Esta deriva de personajes y situaciones respecto a lo prefigurado por su creador no es un errar vagabundo. Es por causa de la incompletud del lenguaje, de su insuficiencia como sistema significante11 para poder dar cuenta, de una vez por todas, de ese real que insiste en la vida de los hombres, por lo que el escritor tiene siempre en su debe la percepción de ser incomprendido, y lo que le empuja otra vez a tomar nuevamente la pluma12. Pero en su ir y venir por las palabras para intentarlo de nuevo hay un rumbo marcado desde muy pronto, configurado sobre la base de los sueños que elaboró la memoria sobre aquellos enigmas de la vida de los otros, y que, al mismo tiempo, proporcionó al autor una vida oculta, un registro de vida interior preparado para fabular lo que quedó incompleto en la percepción de las escenas que el desplegarse de la vida nos iba mostrando en nuestra infancia. Ante aquello que el mundo nos oculta, sus sombras y reversos, el autor responde desde esa vida oculta, con su visión deformada13, efecto de la necesidad de dar un sentido a ese enigma que representa el Otro, a través de una construcción imaginaria que intente colmar las primeras insatisfacciones. Se solidifica aquí el núcleo, la masa de gravitación que dará su inercia a la creación literaria, atrayendo hacia su centro las vivencias y experiencias posteriores de la vida que vayan a servir como material en bruto para la creación:
Estos primeros mundos que se descubren, los primeros recuerdos guardados, son los que trazan el camino por el que la literatura va a discurrir, y todas las cosas que después de ellos nos vuelven a impresionar, hasta el punto de proporcionarnos nuevo material para la creación, lo hacen por su parecido con ellos, porque nos remiten al origen.
Para Soledad Puértolas, hasta tal punto el autores deudor de su memoria infantil, que termina el párrafo con esta afirmación: La vocación literaria dura lo que duran los recuerdos, las primeras sensaciones que hicieron visible durante unos segundos el hilo que nos unía al mundo.14

1. La vida oculta, Anagrama, Barcelona, 1993. Cito por la edición del Círculo de Lectores.
2. P. 17.
3. P. 23.
4. P. 24.
5 Ibídem.
6. P. 244. También cfr. p. 242. 
7. P 277.
8. P. 281.
9. P. 283.
10. P. 282. 
11. P. 23.
12. P. 271. 
13. P. 240.
14. P. 243.

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